Había una vez un pueblo de la sierra en el que vivía una niña que ya no lo era tanto. Todo el mundo la conocía por el apodo de Caperucita Roja, algo que detestaba, porque nunca le gustó aquel abriguito rojo con capucha que su abuela le regaló a la edad de seis años y que tuvo que soportar hasta los diez mientras su padre, sastre de profesión, fue capaz de prolongar las mangas temporada tras temporada. En realidad, se llamaba Sofía, y era un nombre muy bonito para ser sustituído e ignorado.
Sofía había sido muy feliz en aquel pueblo durante toda su infancia. Ahora, en cambio, se aburría bastante y estaba entusiasmada con la idea de empezar el instituto ese mismo año, así tendría la oportunidad de ir diariamente al pueblo de al lado. Mientras tanto, la biblioteca seguía ofreciéndole algún entretenimiento para los pocos ratos en los que sus padres no la tenían ocupada ayudando en casa. Además de la biblioteca, a Sofía también la gustaba tener que ir por petición expresa a casa de su abuela que vivía en una casita rural adentrada en la sierra. Desde que había cumplido doce años a principios de aquel verano, había hecho un par de veces a la semana, al menos, aquel trayecto con su mountain bike. Así fue cómo conoció a Perico, un señor mayor al que le gustaba pasear solitario por plena sierra, caminando desde el pueblo de al lado, y al que descubrió declamando versos a viva voz una tarde de domingo. A la amistad con Perico le unió,además del declamar los poemas de memoria, el hecho de soportar por imposición popular el sobrenombre de Lobo. Perico sentía que no se hacía honor a este pobre animal, más inteligente y social que muchas personas que él había conocido, al utilizar su nombre para designarle como persona non grata por su carácter huraño, grosero y solitario. Carácter que, para mayor curiosidad, le gusraba ostentar entre sus paisanos.
Una tarde del final del verano, Sofía debía llevar algunas cosas a su abuela que estaba enferma y no perdió ni un mimuto para aprovechar la ocasión de ver a Perico. Lo llamó a su móvil y quedó con él dos horas antes de lo que la espereba su sbuela. Su madre reiteradamente, antes de salir, le avisó de que no se entretuviese por el camino, ni a la ida ni al vuelta. Cuando enontró a Perico, cogió bici en mano y se dejó llevar, una vez más, por las historias hipnotizadoras que hablaban de cómo, tiempo atrás, el pueblo se había divido entre "buenos" y "malos", y cómo era imposible decir lo que pensabas o disentir de lo que se imponía como pensamiento único. A lo largo de todo aquel verano, Sofía fue comprobando que hay más "borregos amenazadores" que "lobos peligrosos"...
Cuando se aproximaban aquel atardecer a la casa rural, Perico se marchó. Sin embargo, habían sido vistos por el guarda forestal sin que ellos se percatasen. Al entrar en el interior de la casa, Sofía fue objeto de improperios e insultos por parte de su abuela, sin darle tregua para defenderse de no sabía qué, hasta que le dijo:
- ¡Puta! ¡Vergüenza debía darte de andar con un viejo loco como ese! ¿Es que no tienes amigos más jóvenes? Así te echarás tierra encima y nadie se te acercará... ¡Verás cuando se enteren tus padres de lo que haces cuando vas sola por ahí...!
Sofía entendió en aquel terrible momento que los prejuicios matan a muchos e incomprendidos lobos, ya sea gracias a los guardabosques calenturientos, las asustadas y enfermas abuelas o los pensamientos únicos, para intentar salvar a una presa joven de tomar decisiones que no sean, para la mayoría, las acertadas.
Recreándome
viernes, 9 de marzo de 2012
viernes, 2 de marzo de 2012
LAS TRES AMIGAS
Una hormiga, una mariposa y una raposa vivían muy cerca las unas de las otras siendo tan amigas. La hormiga vivía muy afanada todo el día recogiendo alimento; la narcisista mariposa comtemplando sus coloridas alas; y la raposa, astuta, observando a sus vecinas.
Un buen día la raposa dijo a la mariposa: ---¡Qué preciosas alas tienes! ¡Lástima que nuestra amiga hormiga no se admire como yo! ---Y más tarde a la ocupada hormiga: ---¡Qué portento en el trabajo! ¡ Qué pena que la bella mariposa no comparta mi opinión! ---Ambas, hormiga y mariposa, quedaron, a un tiempo, embelesadas y suspicaces.
En otra ocasión, la raposa se dirigió de nuevo a la mariposa diciéndole: ---¿Has visto cómo nuestra vecina hormioga, siempre tan organizada, se está haciendo con todo el alimento que hay por los alrededores? ¡Quizás alguien debiera decirle algo, no vaya a ser que , de seguir así, los demás nos muramos de hambre el próximo invierno! --- Y, cuando encontró el momento, le confesó a la hormiga: ¡Cómo disfruta la mariposa revoloteando todo el día entre las alegres flores...! ¡Lo cierto es que un ser tan hermoso no ha debido nacer para trabajar...! En cambio yo, que trabajo tanto como tú, apenas consigo encontrar tan buen alimento como el que tú consigues ---Terminó diciendo queriendo dar pena a la vez que agasajar a la hormiga.
De este modo la disputa estaba servida. La mariposa y la hormiga, sin haber mediado palabra, sentían recelo la una de la otra y, en cuanto la mariposa se dirigió a la hormiga reprochándole su esfuerzo egoísta, ésta la tachó de holgazana.
No hizo falta nada más para que la mariposa y la hormiga se enemistaran, quedando resentidas para siempre gracias a la mediación de la raposa, interesada y envidiosa. En cambio, la sutil raposa, se había granjeado el favor y la estima de las otras dos, ganando lo que aquellas perdieron por dejarse aconsejar mal y no solucionar entre ellas los malentendidos a tiempo.
Si no sabes exponer y aclarar tus sospechas con quien debes,
alguien habrá que de eso se aproveche y a tí el asunto te saldrá mal.
Un buen día la raposa dijo a la mariposa: ---¡Qué preciosas alas tienes! ¡Lástima que nuestra amiga hormiga no se admire como yo! ---Y más tarde a la ocupada hormiga: ---¡Qué portento en el trabajo! ¡ Qué pena que la bella mariposa no comparta mi opinión! ---Ambas, hormiga y mariposa, quedaron, a un tiempo, embelesadas y suspicaces.
En otra ocasión, la raposa se dirigió de nuevo a la mariposa diciéndole: ---¿Has visto cómo nuestra vecina hormioga, siempre tan organizada, se está haciendo con todo el alimento que hay por los alrededores? ¡Quizás alguien debiera decirle algo, no vaya a ser que , de seguir así, los demás nos muramos de hambre el próximo invierno! --- Y, cuando encontró el momento, le confesó a la hormiga: ¡Cómo disfruta la mariposa revoloteando todo el día entre las alegres flores...! ¡Lo cierto es que un ser tan hermoso no ha debido nacer para trabajar...! En cambio yo, que trabajo tanto como tú, apenas consigo encontrar tan buen alimento como el que tú consigues ---Terminó diciendo queriendo dar pena a la vez que agasajar a la hormiga.
De este modo la disputa estaba servida. La mariposa y la hormiga, sin haber mediado palabra, sentían recelo la una de la otra y, en cuanto la mariposa se dirigió a la hormiga reprochándole su esfuerzo egoísta, ésta la tachó de holgazana.
No hizo falta nada más para que la mariposa y la hormiga se enemistaran, quedando resentidas para siempre gracias a la mediación de la raposa, interesada y envidiosa. En cambio, la sutil raposa, se había granjeado el favor y la estima de las otras dos, ganando lo que aquellas perdieron por dejarse aconsejar mal y no solucionar entre ellas los malentendidos a tiempo.
Si no sabes exponer y aclarar tus sospechas con quien debes,
alguien habrá que de eso se aproveche y a tí el asunto te saldrá mal.
miércoles, 15 de febrero de 2012
A ESOS QUINCE POTENCIALES
Hoy sufro el síndrome de depresión posparto. Han sido semanas de gestación de historias con creatividad a raudales, como si fueran hormonas, en una etapa pletórica que nos permitió escapar por un tiempo de la gris y tediosa monotonía. Sinergias encontradas para parir literatura, guiños y risas entre esas cuatro paredes y el frío que las inunda. A unos por su audacia en el uso de las palabras; a otros por su cariño al componer historias; a aquel por su humor que todo lo contagia y a los que, alguna vez, no advirtieron su importancia. A todos os doy las gracias. Y a ti, como no, te agradezco tu cariño, tu esmero y tus sinceras palabras.
lunes, 13 de febrero de 2012
miércoles, 30 de noviembre de 2011
viernes, 25 de noviembre de 2011
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